Sabemos que la vida se conforma de muchos aspectos y que un estado de plenitud puede ser alcanzado cuando de verdad le dedicamos tiempo a todas esas áreas, Generalmente pensamos que no se puede trabajar el cuerpo, la mente y el espíritu al unísono. Son muchas las teorías y las maneras de las que puede hacerse, lo importante es empezar por escucharnos, hasta llevarnos a hacer, ser y sentir todo aquello que resuena con nosotros mismos.
Cuando escuchamos la palabra cuerpo, instantáneamente podemos asociarlo con ejercicio, nutrición y alimentos. A la mente con los pensamientos y al espíritu con sentimientos. Según mi perspectiva, el espíritu es el gran olvidado entre estos tres. Es muy fácil no hacer check de nuestros sentimientos la mayoría de las veces, porque solemos asociarlos con la mente y tratarlos como uno sólo. Hay incluso estudios científicos que tratan a los sentimientos como el resultado de las reacciones químicas del cerebro, restándole así importancia.
ook! Y … ¿Por dónde comienzo?
¿Qué pasa entonces con un espíritu que ha sido maltratado, vejado, desatendido por mucho tiempo?. Que aunque incluya en su rutina diaria comida saludable, ejercicio e incluso pensamientos positivos cada día, quizás aún se encuentre estancado por las vivencias que han marcado sus patrones presentes.
Por lo que para mí, sanar el espíritu puede ser una tarea ardua pero reconfortante, el paso número uno a una salud integral. Para ello he ideado una serie de acciones que pueden hacernos conectar con nuestro espíritu y traer hacia el momento presente todas esas piedras que se interponen en nuestro camino:
1. Meditación + Movimiento. Así conecto cuerpo, mente y espíritu al mismo tiempo
La idea de meditar en movimiento supone que estamos trabajando los tres aspectos al mismo tiempo. Una de estas formas es la practica del yoga. Se trabaja el cuerpo a través de la elasticidad, nos ayuda a ir más allá de nuestros pensamientos atravesando nuestros límites y nos conecta a nuestro espíritu. Porque de esta forma nos demostramos que estamos allí, apoyándonos a nosotros mismos con amor y compasión.
2. Cuidado propio. Cuerpo feliz, mente tranquila
Podemos entrar a nuestro espíritu a través del cuerpo. Cuando tomamos un tiempo para cuidarnos, ya sea usando esa crema que tanto nos gusta y que nos hace suspirar, arreglando nuestras uñas o nuestro cabello, quizás quedándonos 5 minutos más en la cama porque nos lo merecemos. O a través de la mente, rememorando todos esos momentos en los que fuimos capaces de alcanzar metas o simplemente atrevernos.
3. Momentos de desconexión. Conecta con tu espíritu
La forma más instantánea de conectar con el espíritu es a través de la naturaleza. Una manera muy practica para hacerlo es primeramente aquietando nuestra mente, porque generalmente la mente quiere analizarlo todo ¿no?. Para lograrlo simplemente hay que saber que la naturaleza esta llena de pureza y de verdad, que no hay nada que corregir porque todo cuanto encontremos allí solo puede hacernos bien. Mediante estas palabras la mente bajará la guardia y así podremos acceder a nuestro querido espíritu a través de la contemplación.
4. Espacio de desahogo.
El espíritu sabe muy bien de nuestras heridas, sobre todo de las heridas primarias, y sabe guardarlas muy bien. Por eso es necesario acostumbrarnos al desahogo, ya sea contigo mismo, con una amigo o con un profesional. Sincerarnos con nosotros mismos puede ser una de las cosas más difíciles de hacer. Generalmente porque siempre estamos en ese modo «alcance de perfección» qué tanto se ha promocionado en la sociedad. Y aceptar todo aquello que nos duele nos haría débiles, pero no hay más débil que quien no quiere ver o aceptar para sanar y avanzar.
5. Creatividad.
No hay mente ni cuerpo que se exprese tan bien como el espíritu, y su forma de hacerlo es a través de la creatividad. Como dije al principio, el espíritu es el gran olvidado y muchas veces al intentar conectar con él nos saboteamos. Es como una puerta que hemos cerrado hace mucho tiempo. Estoy segura que hay alguna actividad creativa que de pequeño te gustaba hacer. Para mí, era colorear el apartado de las revistas que venía en blanco y negro, montar en bicicleta, bailar el hula hula e inventar historias.
A medida que pasa el tiempo el cuerpo envejece y la mente se vuelve lenta, el espíritu entonces se convierte en el motor que genera el fuego en nuestra vida, y la mayoría de las personas no lo tenemos en cuenta. Dejamos que el espíritu se marchite, nos volvemos amargados, preocupados, cansados, estresados e incluso tristes por todo lo vivido.
Mi mayor maestro en cuanto al poder que tiene el espíritu es el gran Henri Matisse. Quien después de una colostomía a los 72 años que lo dejó discapacitado para pintar, transformó su arte a través de los recortes, dandole vida y color a su obra una vez más, de la forma mas jovial y colorida que pudo encontrar a pesar de su edad, sus limitaciones físicas y mentales.